El equipo que sacó al rugby del closet y taclea la homofobia
Con las primeras gotas, un sonido gutural y rasposo que pretendía imitar a Martha Wash, la solista de The Weather Girls, se acompasó a la garúa: “¡It’s raining men!”; entonces, sin previo aviso, a coro y con una floritura de manos en el aire a lo góspel, otros dos de los jugadores del equipo acompañaron al barítono solista: “¡Allelujah!”. Risas bajo la lluvia. Pese al clima de esa noche, 30 hombres entrenaban para el campeonato de Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) Empresarial.
Desde afuera, a primera vista, son como cualquier equipo de rugby: morrudos, ruidosos, gruesos de piernas y con barbas. Luego, detallás las medias arcoíris que usan y que uno de ellos, al que apodan La Britney, se sabe de memoria la coreografía de la princesa del pop. Entonces lo entendés. En el campo, la fuerza de su maul es la de un equipo inclusivo. Su tercer tiempo es “heterofriendly”. Desde adentro, la mayoría son homosexuales.
Ellos son Los Ciervos Pampa y el líder del equipo, Beltrán Horisberger, es La Capitana, sí, “la”, pese a que son hombres, entre ellos el artículo femenino es su bandera: La Nacho, La Juan, La Gustavo, y así hasta llegar al sobrenombre más exótico de La Leoneisha.
Sin embargo, ninguno de esos apelativos tiene el ánimo de humillar; al contrario, ellos quieren visibilizarse para tacklear la homofobia. “Tengo la confianza de que el rugby tiene un espíritu ejemplificador. El rugby no sólo puede estar libre de homofobia, sino también puede tacklearla en otros lugares de la sociedad”, dice con orgullo Horisberger, quien le da la orden al resto y empiezan a trotar.
Apenas tiene 24 años, pero luce más grande. De cuerpo es intimidante: espalda ancha, manos gruesas y nudosas y con una quijada prominente cubierta de una espesa barba. Su voz grave denota un carácter afable. Nada en él es femenino, nada podría decirnos que es gay, salvo por el arcoíris de lana que cubre sus pantorrillas.
Beltrán se aleja 120 yardas del estereotipo homosexual. “La masculinidad tiene que ver con el género no con tu orientación sexual. Hay que romper con el mito de que los gay no somos buenos en el deporte. En el rugby, sobre todo, un compañero es un compañero siempre, y no es menos por ser homosexual o amanerado.” Cualquiera pensaría que si el jugador es amanerado y de modos delicados convertiría el juego, un deporte viril por excelencia, en una danza de tórtolas. Sin embargo, estos hombres juegan y juegan rudo de verdad. Ese fue el motivo por el cual, Gonzalo Navarro se acercó un día a ellos mientras entrenaban un martes en Plaza Oriental del Uruguay, frente a la TV Pública.
“Hace dos años recién llegaba de Bariloche y era nuevo en la ciudad. Estaba trotando en la plaza y los vi. Me acerqué y les pregunté si pertenecían a un cuadro. En ese momento eran un equipo en formación y no estaban consolidados deportivamente, pero tenían un valor muy claro: la inclusión. Me quedé a entrenar con ellos y aquí estoy, incluso traigo a mi hijo Facundo a compartir con los Ciervos”, cuenta Navarro, quien forma parte de ese 20% en el equipo que es heterosexual.
Él vio, en los que son hoy sus compañeros, el dolor y el rechazo acumulado. “Ellos sufrieron el rechazo de sus antiguos clubes y eso no está bueno, por eso es que apuesto por este espacio de diversidad, por este espacio libre de homofobia; porque es el ejemplo del mundo que quiero mostrarle a mi hijo, de los valores que quiero que aprenda: respetar el derecho de elegir de los demás y aceptar a todos como son, sin importar lo que quieran hacer, sentir o creer.” Los deportes, en general, tienen un legado de exacerbación de rasgos masculinos, los cuales muchas veces se manifiestan en conductas machistas que se oponen al valor principal del rugby: el trabajo en equipo a través de la integración entre los compañeros; este valor parece ser más consononante con la aceptación de la diversidad, que con la homofobia, sin embargo, de vez en cuando, en los partidos se oye a lo lejos un “rompele el ort … por put …” El director técnico de los Ciervos Pampas, Iván Nieva, 48 años, ha escuchado ya demasiadas veces frases como esa e incluso peores. “Muchos de estos chicos por elegir su sexualidad han sufrido homofobia, discriminación y no han tenido un lugar donde desarrollarse como jugadores. El rugby no es un deporte para discriminar o excluir, al contrario, este es un deporte integrador.” El mundo cambió, la gente cambió, la mentalidad cambió. Ahora hay jugadores de rugby que tienen el cabello rojo a lo Viviana Canosa o que sueñan con conocer a Susana Giménez. Al verlos cruzar la noche a toda velocidad, reafirmo un pensamiento que estuvo rondando mi mente todo el entrenamiento: no hay tal cosa como un deporte para heterosexuales. “Todos podemos hacer lo que queramos, todos podemos jugar, todos pueden pertenecer”, afirma Nieva, que me ve sumido en mis pensamientos. Tiene una voz chillona e intimidante que hace lucir su estatura peligrosamente graciosa. Asiento y él al tiempo remata: “El rugby es respeto y compromiso propio, por mi compañero, por el contrario y por el árbitro.” Nieva ha estado vinculado al tema del rugby desde los 8 años. Fue jugador del Deportiva Francesa del Uniclub, entrenador del Club Banco Central, colaboró con Berazategui Rugby Club y en el grupo 4 de Unión Argentina de Rugby. Sin embargo, por primera vez en su historia como Director Técnico la experiencia y las mañas de zorro viejo lo hicieron preconcebir un juicio erróneo este jueves durante el entrenamiento.
Ahora los Ciervos hacen una rueda alrededor de Nieva, quien explica en qué consiste la práctica de hoy. “Salto tres y arranco en cuatro patas”. Entonces, todo es risas nerviosas entre los chicos. Nieva ignora esto intencionalmente y dice: “después vamos a hacer forwards en tres cuartos. Yo tenía pensado que los iba a retar a todos, porque teniendo el compromiso con mucha gente nueva sería una vergüenza que los viejos no vinieran a jugar hoy por el clima, pero hoy yo no les tengo que decir nada, están casi todos aquí. Seguimos con el contrato de compromiso y respeto”. Para ellos todas las semanas es una final.
Su compromiso no es sólo con la Argentina. Los Ciervos pertenecen a la International Gay Rugby Broad (IGRB). “Planeamos ir en el 2018 a la Copa Bingham, llamada así por el deportista Mark Bingham. Él estaba en el vuelo 93 en el 11 de septiembre de 2001”, explica Beltrán. En el vuelo que describe, cuenta una versión de la historia los pasajeros, liderados por Bingham, un jugador de rugby abiertamente gay, sabotearon el acto terrorista y consiguieron evitar el objetivo de los terroristas de Al Qaeda: la Casa Blanca. La valentía no tiene sexualidad.
Santiago lo sabe. Él es heterosexual, pero más allá de eso, que en este punto es lo menos relevante, es el medio scrum del cuadro. “Un hombre gay no es menos valiente. La masculinidad es una expresión de género más que de sexualidad. La valentía no es un valor sólo del hombre, sino de la humanidad”.
Bajo la lluvia y el frío inclemente ellos siguen en pie de lucha todos los martes y jueves desde las 20:00 en la Plaza República Oriental del Uruguay tackleando la homofobia y sacando al rugby fuera del armario.
No importa si hasta hoy han perdido todos y cada uno de los encuentros que han tenido contra otros clubes; su victoria es otra: ellos ganan try a try la posibilidad de jugar, de pertenecer, de visibilizarse, de romper el estereotipo social de que los homosexuales son incapaces de dejarlo todo en la cancha, de sudarse la vida en 120 yardas; de ser orgullo deportivo para la nación.
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